miércoles, 21 de mayo de 2008

S.Nob


Un amigo (que comenzó a leer el trabajo de Elizondo muchos años después de que Farabeuf espantara la candidez literaria de México pero mucho antes de que su lectura supusiera entre ignorantes e idiotas cierto prestigio) me comentó que la edición facsímil de S.Nob, realizada por Aldus, está agotada o algo así. Bien, supongo. Mi amigo temía, no obstante y con razón, que el éxito comercial de la revista supusiera su fracaso artístico. Elizondo fue un autor suficientemente complicado como para poner en jaque las nociones de éxito y de fracaso. Sus ambiciosos o más bien desquiciados proyectos fracasaron siempre, lo siguen haciendo, entre lectura y lectura, vida y vida del texto; pero esos fracasos, que sólo un completo neófito podría usar en contra de nuestro grafógrafo, fueron y también siguen siendo el trinfo de su arte. Ahora quienes escriben se pretenden hombres de éxito; del lado opuesto, Elizondo quizo ser relevante. Y aunque con estirpe, la negó toda de distintas maneras, traicionando aun sus devociones. Un solitario más que un escritor; éste es quien vive de sus letras, pero Elizondo gustaba de repetir el canto cuarenta y cinco de Pound sobre la usura. En 1965 se consideró a Salvador el adelantado, el futuro de las letras mexicanas; hoy nadie lo ha seguido. Por incapacidad, por incomprensión, por miedo. Sin exagerar, puedo decir que su trabajo no ha sido leído. Al mismo tiempo, se trata ya de un clásico de nuestra modernidad. De nuevo, su figura se nos presenta como paradoja: la honesta lectura de mi amigo me muestra a un Elizondo indescifrado; su novedad es clásica. Inclasificable, Elizondo es de los pocos escritores mexicanos que el actual, pretendido, debe considerar. Pero este deber conviene violento, caníbal, traidor. O así se me ocurre ahora que, casi por accidente, he tenido que releer "La historia según Pao Cheng".
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Causalidad acrónica.