José Martí, en “El carácter de la Revista Venezolana”: “ni debe poner mano en una época quien no la conozca como a cosa propia, ni conociéndola de esta manera es dable esquivar el encanto y unidad artística que lleva a decir las cosas en el que fue su natural lenguaje. Éste es el color, y el ambiente, y la gracia, y la riqueza de estilo. No se ha de pintar cielo de Egipto con brumas de Londres; ni el verdor juvenil de nuestros valles con aquel verde pálido de arcadia, o verde lúgubre de Erin” (el subrayado es extemporáneo).
Martí no explicó por qué. ¿No sería, eso que él niega, lo más interesante?
Incluso, ¿lo apenas posible?