domingo, 4 de noviembre de 2007
De traición y fidelidad
Vamos a estar de acuerdo, por lo pronto, con que hay un problema de actitud y con que es lo primero que deberíamos señalar. Porque, claro, los nombres barajados tienen, luego vemos por qué, poco a poco, caso por caso, autoridad. Tienen peso, digamos ahora, los mexicanos mencionados, los argentinos. Con una lista así da la impresión de que no hay caída, de que el tremendismo de quien suscribe no tiene fundamento, o lo tiene endeble. Calidad y cantidad aparte: nadie va a contar aquí páginas. Pero qué, ¿la actitud extra literaria no es el fundamento principal de escrituras más bien mediocres, fechadas, pasajeras? ¿Cuál es el sustento principal de las vanguardias, que menospreciaban la obra y la relación con el lector, la comunicación en última instancia, si no la actitud? Entonces sí, mientras la escritura mexicana mantenga su pátina idiota, reverencial, no tendremos acceso a ella, los lectores, acceso directo, quiero decir, profundo, íntimo. Pero no es en este tipo de actitud donde hallaremos razones para un diagnóstico, ni, en caso de requerirse, fundamentos para una cura. Quizá convenga desviar un poco la mirada: no interesa la actitud crítica que pueda haber fuera de la literatura, sino la que se encuentra dentro. ¿César Aira hablando de Cortázar?: bien, pero por qué no la narrativa de César Aira frente a la de Cortázar. Por qué no un caso análogo en México (ni hablar de las relaciones entre políticos mediocres y escritores mediocres, que nada tienen que ver con la literatura), para comentar. Por qué no vislumbrar el orden que se ha querido para la narrativa del país, al cabo centro de esta conversación en línea, y el que se querría. “Traicionar lo que se lee”, dice Ricardo Piglia: la consigna parece de actitud, pero Piglia tiene presente que la traición se hace dentro de otro texto. Cada texto literario es espejo de otro, espejo, aunque cóncavo, fiel. Dos palabras clave ya: traición, fidelidad. Y esta propuesta para el comportamiento del escritor, para su comportamiento como escritor, el único que interesa, obliga a plantear otra cuestión: a la manera de la auto-referencia, tema y recurso protagonista de la más reciente literatura hispanoamericana (pero no sólo), que erige la tautología como una de las bellas artes y que cuando quiere algo lo nombra (esto es: lo crea), el escritor está obligado a ensayar su genealogía. Contrastar el orden que se ha querido para la narrativa con el que se querría. Recrear, con violencia, con anacronismos conscientes, con mutilaciones, inserciones (Incisiones sobre escisiones), la historia de la literatura. Y el que recrea esta historia quiere, porque sí, una caída. O porque la narrativa mexicana contemporánea no le basta. Entonces, de dónde partir. Y aun, insistiendo en la comparación con Argentina: de dónde parte la narrativa del cono sur. Si Witold Gombrowicz, el gran novelista argentino según Piglia, se debe a la tradición iniciada por Sarmiento, qué ecuación análoga conviene a la narrativa mexicana.
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1 comentario:
No manchen, pongan mas monitos y menos palabras....estan mostrando el cobre.. o deberia decir el colmex?
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