(nota de Érika P. Buzio, Reforma, Cultura, 26 de marzo de 2009)
Tras la noticia de esta nueva novela , ¡Aleluya!, procede el seguimiento periodístico de tal acontecimiento. El artículo inmediatamente anterior (porque la publicidad es una cosa diaria y sincera) comienza así: "Tras la intervención militar de Estados Unidos en Iraq, Laila busca entre los muertos a quienes ama, en medio de una devastación civil que sólo pudo ser provocada por la indiferencia de los ejércitos infieles" y continúa
"De ese paisaje desolador surge El jardín devastado, novela de corto aliento con la cual Jorge Volpi ensaya un estilo radicalmente distinto a su Trilogía del Siglo 20, conformada por En busca de Klingsor (1999), El fin de la locura (2003) y No será la tierra (2006)" ("Narra Volpi desolación iraquí", nota de Óscar Cid de León, Reforma, sección cultural, 6 de noviembre de 2008).
Que el lado oscuro de JV es de corto aliento lo sabemos desde hace diecisiete años cuando dio a las prensas su A pesar del oscuro silencio. A pesar, sí, tituló nuestro Anakin nacional lo que hoy reaparece como motivo estructural de su narrativa. Pero hay más. Dos declaraciones relativamente recientes. La primera, una paráfrasis de su conferencia en la preclara Facultad de Derecho de la UNAM. Dice la nota:
"Fue un acierto estudiar derecho y luego tener cercanía con el poder —por ejemplo como colaborador de procuradores— porque esas experiencias le permitieron tocar directamente la realidad y no quedarse con la perspectiva <
La segunda, un artículo para El cultural (30/01/2009):
"Era 1990 y, luego de mi primer verano en Europa, regresé a mi torturante experiencia como estudiante de Derecho de la Universidad Nacional de México. Aunque desde los dieciséis años había tomado la insensata decisión de dedicarme a la literatura, había sucumbido a la presión, más de los amigos que de la familia, de dedicarme a una profesión normal que me permitiese financiar mi pasión literaria".
La insensatez, por lo demás, trasciende (o justifica o fundamenta o todas juntamente) cualquier contradicción espuria. Pero, aceptémoslo, aunque aquí nos guste barrer para adentro también otorgamos honor a quien honor merece. Así, para limpiar un poco tanta (auto)difamación, nos sumamos firmemente al comienzo de esta última novela:
"Odio ser humano. Huyo entre las sábanas y, apenas parpadeo —el espejismo de la noche—, reencuentro mi estirpe carroñera. Mi consuelo es no haberme jamás reproducido, o así lo espero."
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